Después de haber navegado en diversos barcos de moderno diseño, desde barcos que tenían más de cincuenta años hasta barcos de reciente construcción, uno puede imaginarse lo que podía suponer hacer una travesía en una embarcación antigua, aunque ésta hubiera sido rápida en su época.

Cuando un barco no disponía de un motor auxiliar y dependía totalmente de la fuerza del viento, se sabía cuando zarpaba de un puerto pero no cuándo iba a llegar al de destino, al menos con cierta exactitud. En determinadas épocas del año podía contarse con vientos constantes que acudían a la cita puntualmente pero en otras estaciones los vientos eran variables y caprichosos.

Si se ha sufrido una calma chicha en la mar en un barco moderno de vela pero bien aprovisionado de agua y de víveres, se puede hacer uno a la idea de lo que podía suponer esa circunstancia a bordo de un barco con escasez de alimentos, poca agua potable y quizá con uno o varios tripulantes sufriendo los efectos del temido escorbuto.

Antiguamente no se podía comunicar desde alta mar con tierra. La única manera de obtener noticias y de transmitirlas era cuando se llegaba a tierra o cuando se cruzaban dos barcos, mediante los códigos de banderas o a la viva voz si éstos se encontraban suficientemente cerca como para poder entenderse.

Los barcos de los cuales no se tenían noticias solían primero pasar por la fase de “retrasados” porque no habían aún llegado al puerto de destino. Si el tiempo aumentaba se podían dar por “desaparecidos” aunque hubo casos en los que finalmente esos barcos sí aparecieron, para alivio de sus allegados. Sin embargo hubo otros barcos que aparecieron al garete y con sus tripulaciones muertas debido a que habían caído todos enfermos y no habían podido paliar sus males por no tener a bordo medicinas adecuadas.

Hay un libro de Joseph Conrad que se llama “La línea de sombra” y habla de su primera experiencia como capitán de un buque de vela, el cual hubo de ser tripulado por el Golfo de Siam solamente por el capitán y por un marinero porque el resto de la tripulación estaba enferma. Era un buque de velas cuadras y requería el concurso de toda la tripulación para ser marinado debidamente. Tuvieron la fortuna de que la travesía se realizó en su mayor parte con viento flojo de popa y no tuvieron necesidad de cargar las velas por viento fuerte.

El escorbuto era una enfermedad temible en los barcos que efectuaban largas travesías. Era debido a la falta de la vitamina C y producía debilidad, caída de los dientes y hemorragias. Cuando se descubrió en el siglo dieciocho que los cítricos evitaban ésta enfermedad, los buques procuraban aprovisionarse de frutas y de verduras frescas cada vez que efectuaban una escala, aunque esto no siempre era posible ya que dependía de la ruta que hiciera el buque.

La aparición de la máquina de vapor y posteriormente de los motores de explosión supuso la paulatina desaparición de los buques de vela en las rutas comerciales. A pesar de ello, muchos veleros aún siguieron navegando durante años e incluso a algunos se les dotó de motor para poder evitar las calmas y facilitarles las maniobras en los puertos.