Probablemente, el título hará pensar a más de uno que vamos a referirnos a la célebre y magnífica película protagonizada por Spencer Tracy, pero no es la idea que tengo al escribir estas líneas.

Después de haber navegado con muchas personas y en diferentes barcos, he conocido también a diferentes patrones. Entre ellos están los que cuidan su barco con esmero y son prudentes a la hora de tomar decisiones arriesgadas, ponderando los posibles peligros que pueden acechar a la quilla del barco según se tome uno u otro rumbo. Pero también existen otros, sobre todo en las regatas, que valoran mucho más la victoria sobre este o aquel barco aún a riesgo de jugarse el propio barco y la salud de la tripulación.

Vaya por delante que navegar haciendo regatas es una de las mejores maneras de aprender a sacar el máximo rendimiento de un barco ya que se ajusta todo de manera que el barco pueda navegar a la mayor velocidad posible, aprovechando las condiciones de mar y viento de cada momento. Eso no quita que a la hora de tomar ciertas decisiones se pueda valorar si existe un riesgo real para el barco y para la tripulación.

He visto barcos meterse en zonas donde las olas comenzaban a romper, simplemente por querer aprovechar el viento que por allí soplaba, sin darse cuenta de que una de esas olas podía volcar el barco en cualquier momento. También he vivido situaciones de riesgo de abordaje porque uno de los barcos pasaba tan cerca de otro que incluso los topes de los palos se rozaban. Además he experimentado doblar boyas de regata tan cerca que alguna de las velas del barco se enganchaba, rasgándose totalmente…

Ante todo esto cabe  preguntarse si es necesario arriesgar tanto. Se puede entender perfectamente que se apure hasta el límite la resistencia de una vela porque el viento haya refrescado súbitamente, por ejemplo. Pero lo que no debe de hacer nunca un buen patrón es arriesgarse a sufrir un abordaje o bien a quedar varado en un fondo rocoso que pueda poner en peligro la integridad del barco.

Otro caso es la navegación en condiciones meteorológicas adversas. En la mar nadie está exento de verse sorprendido de pronto por una turbonada o galerna pero actualmente existen partes meteorológicos que predicen con bastante exactitud el tiempo que va a hacer. Además no debemos olvidar la información que nos proporcionan el barómetro, el termómetro y la observación detallada del cielo. Salir a navegar con mal tiempo es una decisión que debe meditarse profundamente. Un patrón puede tener mucha experiencia de navegación en malas condiciones de mar, pero existen imponderables como son la posibilidad de roturas en el aparejo, accidentes producidos por botavaras, tangones, etc. Nadie está libre de sufrir un percance a bordo de un barco, y si ya ocurren accidentes cuando hace buen tiempo, con mal tiempo se multiplican los riesgos.

Recuerdo cómo en una navegación por la costa de Portugal nos sorprendió un temporal nocturno siendo a bordo tres tripulantes: el dueño del barco y patrón, otra persona y yo. El patrón se mareó poco tiempo después de comenzar el temporal, el otro tripulante adolecía de falta de experiencia y no sabía manejar el timón y solamente quedaba yo como timonel. Tuve que estar toda la noche y parte de la mañana sin poder irme a descansar un rato.

Al día siguiente amainó el viento pero siguió habiendo olas muy grandes que nos acompañaron hasta el puerto donde pudimos recalar con seguridad al atardecer. El patrón quería arribar a un puerto cercano que estaba en la desembocadura de una ría pero le quité la idea enseguida por el riesgo de encontrarnos rompientes con aquella mar. Era muy probable que hubiéramos sufrido un accidente.

Que cada cual saque sus conclusiones.