Una de las tareas más importantes a bordo de un barco es la estiba y trinca de todos los elementos que puedan moverse por efecto de los balances y cabezadas.
Así como en los barcos mercantes estibar y trincar la carga es fundamental para mantener la estabilidad correcta del buque, en las embarcaciones de recreo es importante para evitar que puedan salir volando por todo el barco cuando éste se ve sometido a movimientos violentos producidos por las olas.
Puedo contar algunas experiencias sufridas a bordo de barcos de vela como tripulante, debido a una mala sujeción de diversos objetos.
Una de ellas es la clásica carga rápida de los víveres a bordo del barco, sin tiempo para estibarlos en el interior y largando amarras mientras las cajas invaden la cubierta. Esto es un ejemplo de mala práctica por parte del patrón del barco ya que es fácil dar una patada a una caja, tropezarse, etc., por las prisas de salir a navegar. Además, la estiba de esas cajas nunca será buena porque con el barco en movimiento es difícil sujetar y guardar correctamente los víveres.
Otro ejemplo es en un barco que llevaba copas de cristal guardadas en los armarios. Habiendo navegado siempre en el Mediterráneo con buen tiempo, no pensaron que podían sufrir daños. Largamos amarras un día en el que había cierta marejada. Con los balances del barco comenzaron a golpearse unas con otras y a romperse. Afortunadamente se rompieron dentro de los armarios y no tuvimos que lamentar ningún accidente. Después tuvimos que rellenar los huecos con bolas de papel de periódico para que no volviera a ocurrir.
También hay que tener precaución con las amarras y defensas que se estiban en cubierta. Un mal trincado de esos elementos de maniobra puede suponer perderlos por la borda. Además los cabos podrían llegar a enredarse en la hélice o el timón con la consiguiente pérdida de gobierno en el barco.
El ancla también es una pieza realmente pesada que puede provocar un accidente si no está bien trincada. Ocurrió el hundimiento de un barco de madera debido a que durante una navegación con mal tiempo, el ancla se soltó de la roldana de fondeo de proa, golpeando repetidamente la amura de estribor y provocando una vía de agua que rápidamente inundó el barco. Como consecuencia ese barco se fue a pique, aunque dio tiempo para evacuar a la tripulación. Si esa ancla hubiera estado trincada mediante una boza, hubiera sido más difícil que se hubiera soltado.
Los bidones suplementarios de combustible, que a menudo se transportan en cubierta, también son susceptibles de soltarse si no están debidamente amarrados. Lo correcto sería tener unos cáncamos ad hoc para ello, pero por experiencia puedo contar que la mayoría de las veces se amarran en los púlpitos de popa o en candeleros, pudiendo ser arrastrados por la borda si el trincado no es el adecuado.
Como conclusión, debemos efectuar una revisión exhaustiva antes de salir a navegar. Esto nos evitará desagradables experiencias posteriores.
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