Aquel viejo barco yacía abandonado en los pantalanes desde tiempo inmemorial. Los empleados del puerto, cuando pasaban por delante de él, observaban si la línea de flotación estaba un poco más sumergida que el día anterior en previsión de que el agua que entraba por la bocina y además por el abierto tambucho, pudiera llegar a ser tanta que hundiera al barco.

Varias veces habían tenido que achicarlo con una motobomba para salvarlo de un ignominioso hundimiento en su lugar de atraque. Pedro lo miraba con tristeza cada vez que lo veía puesto que él mismo había comenzado a navegar en su niñez en un barco igual. Al barco le habían puesto rueda de timón, cuando originalmente venía con una caña de madera moldeada del astillero. Los portillos ciegos habían sido sustituidos por unos parches mal colocados de fibra de vidrio y en algún lugar incluso se podía ver cinta americana tapando viejos agujeros pertenecientes a antiguos herrajes ya inexistentes.

De las pocas cosas que podían librarse estaba el palo, que no era el original debido a que durante una galerna de verano el barco lo había perdido por una mala maniobra. Del motor era mejor no hablar. El viejo Volvo de dos cilindros y veinticinco caballos yacía olvidado en una esquina del varadero del puerto, oxidándose cada vez más. Pedro recordaba cómo en aquel su primer barco de la niñez, arrancaban a menudo el motor con una manivela especial porque la batería no solía tener la fuerza suficiente para hacerlo por sí misma. Era también peculiar el sonido producido por los dos cilindros. El cambio de marcha se efectuaba con una palanca que estaba dentro de uno de los cofres, incomodidad hoy en día impensable en un barco moderno.

El interior del barco estaba hecho un desastre porque como entraba la lluvia, la madera se iba pudriendo y el olor a humedad era insoportable. Si no fuera por los marineros del puerto, el barco se habría ido a pique hacía tiempo. El dueño lo había abandonado totalmente y no se tenían noticias de su paradero.

Un buen día, y amparándose en la legalidad, los encargados del puerto decidieron sacarlo al varadero y ponerlo a la venta, para ver si algún “alma caritativa” se hacía cargo de él. Al varar el barco tuvieron que hacerle una buena limpieza de carena porque traía muchos ejemplares de la biodiversidad marina pegados a la misma. Los moluscos invadían de tal modo la obra viva, que hubo que rascarla con una pala para eliminarlos.

Una vez calzado el barco en una cama, colocaron un cartel en el que se podía ver que estaba a la venta a un precio módico. Había que tener en cuenta que el barco necesitaría una buena inversión pecuniaria para poder volver a navegar.

Pedro conocía al dueño de un astillero que reparaba barcos considerados como causas perdidas y después los vendía al que quisiera comprarlos. Por este motivo le llamó y le dijo que viniera a hacer una peritación del estado del barco.

Al ver el barco por fuera, la impresión que le dio era que el casco estaba en buen estado aunque habría que hacerle un buen tratamiento anti-ósmosis porque seguramente estaría bastante atacado por esta enfermedad normal en la fibra de vidrio. Respecto a la parte interior del barco, tendrían que restaurarlo del todo. Había algún mueble como la mesa de derrota, la mesa principal, los asientos y los armazones de las literas que se podrían salvar con un lijado a fondo y barnizándolos. Sin embargo, todo lo que eran los marcos de las ventanas, el techo de escay y otros elementos decorativos, habría que hacerlos de nuevo. En cuanto al motor, había uno en el astillero perteneciente a un barco que lo había cambiado por uno nuevo y que podría aprovecharse. En definitiva, al barco se le podría dar una segunda oportunidad y después ponerlo a la venta.

Dos años después el barco volvía al agua totalmente restaurado, después de muchas horas de trabajo invertidas en él. Se puso a la venta y enseguida salieron varios compradores interesados en comprarlo. La transformación que había sufrido era tal que estaba prácticamente irreconocible, tanto por fuera como por dentro. Se habían respetado las formas y elementos originales de la cabina y de la maniobra, así como del interior. Pero todo estaba nuevo y ahora el barco llamaba la atención por su belleza. No era un barco moderno pero se podrían volver a desplegar las velas con orgullo después de haberlo salvado de un desguace seguro.