Desde hace muchos años, cierto tipo de navegantes se están acostumbrando a pedir siempre ayuda cuando tienen cualquier problema en su barco. Es cierto que toda persona que se halle en peligro en el mar, debe ser ayudada por otros marinos. Esto es un principio indiscutible entre la gente de mar. Además el convenio SOLAS obliga a ello.

No obstante, no siempre es imprescindible que le ayuden a uno. He conocido ejemplos en los cuales pedir ayuda era una posición muy cómoda pero que se podía haber evitado. Que te saquen de una situación en la cual no tienes posibilidad de hacer nada por el barco, siempre será bienvenida y además Salvamento Marítimo está preparado para todo tipo de rescates en la mar.

Voy a poner dos ejemplos en los cuales no considero justificado movilizar a los medios de salvamento en el mar, y son reales. Además, ambos son barcos de vela con motor auxiliar y en los que precisamente éste había fallado por motivos diversos.

El primero es uno que se repite a menudo. Pasajeros en un barco de alquiler, en el último día de navegación. Tienen que coger un avión para regresar a su lugar de residencia y resulta que se han quedado sin batería de arranque del motor y las de servicios se han consumido por no poder cargarlas con el alternador. Tienen velas pero hay poco viento y ven que no llegan a tiempo al puerto. Piden remolque y Salvamento Marítimo se lo presta. Además como paga el seguro, no hay problema.

El segundo caso es más curioso. Un grupo de personas han alquilado un barco de vela porque es más barato que uno de motor pero ocurre que ninguno de ellos tiene conocimientos para manejarlo a vela. Como el barco tiene motor auxiliar, a tirar del “foque de hierro”. Llega el último día y -¡oh casualidad!- el motor falla. “¿Ahora cómo hacemos para llegar al puerto?…” Pues a llamar a Salvamento Marítimo y solucionado.

Un rápido análisis de ambos casos nos hace pensar en la falta de conocimientos náuticos de los patrones que mandan ambos barcos. Uno porque no ha previsto que podía ocurrir cualquier contingencia que retrasara la llegada al puerto. El segundo es un caso poco habitual, pero que puede ocurrir: sabemos navegar en un barco de motor pero no en uno de vela.

En la mar viene ocurriendo desde hace años como en la montaña, muchas personas se lanzan a disfrutar del mar, lo cual está muy bien porque fomenta la industria náutica, pero estas personas adolecen de la falta de conocimientos mínimos para afrontar las situaciones que pueden darse cuando algo falla en un barco. Siempre esperamos que “alguien” nos venga a ayudar, pero precisamente un buen navegante ha de tener recursos suficientes que le puedan sacar de un apuro sin depender de nadie.

Con esto no queremos decir que haya que esperar hasta el último momento para pedir ayuda, pero sí que se puede intentar salir de una situación complicada con un poco de imaginación, y sobre todo, de experiencia y de formación náutica.