Cuando se navega en régimen de travesía en cualquier barco, no queda más remedio que organizar los turnos de guardia, tanto de día como de noche. Esto es muy importante para mantener siempre a una parte de los tripulantes descansados, lo cual es imprescindible si se quiere gobernar bien el barco y con seguridad. Muchas veces me han preguntado los ignorantes de los temas del mar si por las noches «parábamos el barco» para descansar, lo cual no deja de tener su gracia. Aquí me voy a centrar en los barcos de vela de recreo.

Fotografía: Alfonso Hernández

Fotografía: Alfonso Hernández

Los turnos pueden ser de muchos tipos. Lo más corriente suelen ser los turnos de 4 horas de guardia y 4 de descanso. Este horario durante el día se lleva bien, ya que no nos vence tanto el sueño como por la noche. Es precisamente por la noche cuando las 4 horas se hacen eternas y uno comienza a dar «pantocazos» con la cabeza, lo cual es muy peligroso para la imprescindible vigilancia del horizonte y también por las guiñadas que pueda dar el timonel.

A veces en regatas de altura, solíamos hacer turnos de 2 horas en cubierta y dos horas en «stand by», lo cual permite a los que permanecen dentro estar listos para subir a la cubierta cuando se necesiten manos para una maniobra, y a la vez estar descansados. Lo que ocurre es que para poder hacer esto se necesita un número mínimo de tripulantes y eso no siempre es posible.

Otra opción con poca tripulación, y en el caso de que sea necesario mantener las 4 horas de guardia, puede ser meter a un tripulante media guardia con uno y otra media guardia con el siguiente. Esto va muy bien si ese tripulante no tiene experiencia para hacer él solo una guardia, ya que siempre estará acompañado y además ayudará al que está de guardia en las maniobras, además de permitirle prepararse una bebida caliente o algo de comer durante la guardia y romper de este modo la rutina.

Fotografía: Alfonso Hernández

Fotografía: Alfonso Hernández

Por otro lado, este último sistema hace que los relevos no sean tan bruscos, ya que cuando se entra de guardia en la cubierta, normalmente se sale deslumbrado de la cabina y nos costará adaptar la visión a la oscuridad durante un buen rato. El tripulante que está de acompañante podrá llevar el timón y estar alerta ante cualquier barco que pueda avistarse, hasta que el nuevo esté habituado a la oscuridad.

También hay un truco para que cada día la guardia «corra» un turno y no te toquen las mismas horas de guardia todos los días. El sistema es que durante el día se pueden hacer una o dos horas más de guardia, que se aguantan bien con buen tiempo, y así por la noche, si el día anterior te ha tocado la de 12 a 4, la siguiente te tocará de 4 a 8. Esto rompe un poco la rutina y te da la posibilidad de ver la puesta de sol o la salida, según te toque.

Un aspecto muy importante y también relacionado con las guardias, es el tema de las comidas. En los barcos de recreo los horarios no suelen ser tan rígidos como, por ejemplo, en los barcos mercantes. A mí me ha ocurrido en alguna travesía, que anochecía y aún no habíamos cenado ya que el patrón no lo había organizado bien. En mi opinión se debe ser riguroso a la hora de establecer las horas de las comidas y las cenas, ya que si la cena se hace antes de que se haga de noche, permitirá  a los tripulantes de guardia prestar más atención a su labor y no estar interrumpiendo el turno porque uno baja a cenar mientras los otros permanecen en la cubierta. Considero que lo mejor es siempre entrar a la guardia cenado o comido, con lo que además se aportan unas calorías al cuerpo que serán imprescindibles para aguantar bien.

Fotografía: Alfonso Hernández

Fotografía: Alfonso Hernández

Por último debe existir la buena costumbre de dejarle un buen parte al jefe de guardia que nos de el relevo. Es muy importante informarle del rumbo, las drizas con las que están izadas las velas, si ha habido alguna incidencia, si hay algún barco en el horizonte o si hemos avistado durante la guardia mucho o poco tráfico de barcos, etc. Una buena información permitirá a la nueva guardia hacerse una buena composición de lugar y no tener que despertar a la anterior para preguntarle alguna cosa que no haya quedado clara al entregar el relevo.