Por la mañana izamos el génova. Para que no trabaje demasiado el puño de amura, mantenemos unas vueltas en el enrollador. El viento ha rolado al sureste y por ahora nos permite hacer un buen rumbo hacia las Azores. Al mediodía calculamos que nos quedan 1700 millas hasta la isla de San Miguel. Al ducharnos vamos notando que el agua del mar está más fría.

Foto: Alfonso Hernández

Foto: Alfonso Hernández

A la velocidad media que llevamos (4,9 nudos) tardaríamos unos 25 días hasta las Azores, aunque esperamos poder correr un poco más. Ese fué el tiempo que tardamos en otro barco desde Miami hasta Mallorca y eso que navegando solamente a vela, sin motor. Este barco empieza a navegar bien a partir de los 15 nudos. La siguiente noche navegamos muy bien, sin bajar de los 6 nudos.

El duodécimo día de navegación es el peor día de todos en cuanto a malas noticias. En primer lugar, nos falla el enrollador de la mayor, que es hidráulico. Esto supone que estando solamente tres tripulantes y a turnos de una persona de guardia, no podemos estar izándola y arriándola contínuamente. Afortunadamente podremos navegar con el génova, la trinqueta y la mesana. Es la ventaja de tener dos palos.La segunda mala noticia se produce cuando al ir a enrollar un poco el génova, nos damos cuenta de que no vá bien y no conseguimos recoger el génova. Con los prismáticos observamos que la driza, que es de cable, tiene vueltas sobre el stay: mal asunto. Hay que subir al palo y ver que es lo que ocurre realmente.  Una vez arriba, el panorama es desolador. En primer lugar, la driza ha cogido vueltas sobre el estay y lo ha pelado, dejando prácticamente vista el alma del estay, con los demás hilos sueltos. Aparte de todo, el perfil por donde entra la relinga del grátil, está también reventado. Otra cosa gravísima es que el bulón que sujeta el estay está medio suelto, con el riesgo consiguiente de que se suelte del todo y se caiga el palo. Afortunadamente contamos con el estay de trinqueta, que también sujeta el palo, aunque desde más abajo.

Intentamos introducir de nuevo el bulón pero es imposible con la tensión que tiene el estay. Entonces disparamos el mosquetón de la driza para poder arriar el génova. De nuevo intentamos meter el bulón a martillazos pero nada de nada. Tomamos la decisión de meter un par de drizas bien tensas en la proa, además de dejar la driza como está, alrededor del stay, ya que por lo menos nos sujetará el stay y así no correremos el riesgo de que caiga al agua, en el caso de que se suelte el bulón del todo. Entre las drizas y el estay de trinqueta esperemos que nos aguante hasta las islas azores.

Vista del anclaje del stay con el bulón separado. Foto: Alfonso Hernández

Vista del anclaje del estay con el bulón separado.
Foto: Alfonso Hernández

Ahora navegamos solamente con la trinqueta y la mesana pero el barco va bien ya que hay 25 nudos de viento del SW y nos hace avanzar rápidos. Mientras el viento no baje de 20 nudos, el barco se mueve.

Al cabo de dos días, después de comer, vamos navegando con el viento de través y fuerte marejada, y después de un fuerte balance, escuchamos un golpe y a continuación un ruido extraño, como si se hubiera accionado una bomba de achique. Miramos en la sala de máquinas y descubrimos que uno de los generadores se ha desplazado de sus anclajes y lo que sonaba era la correa, que golpeaba contra la caja del propio generador. Imposible llevarlo a su sitio con esta mar. Habrá que esperar a que amaine un poco.

Decidimos dirigirnos a la isla de Faial, en vez de a la de San Miguel, ya que según el derrotero, en el puerto de Horta hay una tienda de náutica que trabaja con jarcia, y es justamente lo que necesitamos para reparar la avería del estay de proa. La idea es sustituir el estay deteriorado por otro nuevo y el perfil del génova ya se reparará  en Mallorca con calma.

Al día siguiente, entre Mauricio y Alejandro consiguen colocar el generador en su sitio, atándolo con unos cabos y fijándolo con unas cuñas de madera. Menos mal porque es el único generador que funciona, de los dos que llevamos a bordo. Sin él toda la comida congelada se nos estropearía. En último caso tenemos una cocina de gas de respeto que nos permitiría cocinar  ya que la cocina principal es eléctrica y sin generador no hay corriente eléctrica. Al amanecer del nuevo día arrancamos el motor para avanzar un poco, ya que hay poco viento, pero descubrimos que por el escape del motor no sale agua. La bomba de refrigeración está estropeada y no la podremos arreglar a bordo porque no disponemos de las piezas adecuadas. Otro inconveniente más pero ya nos vamos acostumbrando al gafe que tenemos. No sé que más nos puede ocurrir. Nos quedan 730 millas hasta Faial.

El stay reventado por la driza del génova. El perfil también roto.  Foto: Alfonso Hernández

El estay reventado por la driza del génova. El perfil también roto.
Foto: Alfonso Hernández

Al amanecer del nuevo día nos cruza un portacontenedores por la proa, signo evidente de civilización, ya que llevamos varios días sin divisar ningún barco. El parte meteorológico nos indica que sobre las Azores hay una borrasca que está metiendo vientos de 50 nudos. Como nos vamos aproximando a la isla, preparamos las cartas de menor escala para tener más detalle. Da gusto perder de vista la carta del Atlántico, después de 20 días.

El parte meteo del día siguiente nos da otra alegría: nos sigue la tormenta tropical «Ana», que se desplaza a 15 nudos de velocidad. No es precisamente el viento que «sufrimos» hoy, ya que estamos prácticamente encalmados y con una mar de fondo del Norte bastante fuerte. Hoy nos quedan 366 millas hasta la isla de Faial.

(Continuará)