Cuando navegas en un barco que ha pertenecido a varios propietarios, te preguntas cómo han sido las personas que han patroneado dichos barcos y que tipo de navegaciones han efectuado con ellos.

Hace poco navegaba con un alumno en su barco adquirido recientemente. Este barco ha pertenecido a varias personas. De hecho, parece que él es el 4º propietario que ha tenido. El barco ha navegado por aguas francesas, primeramente, y posteriormente por aguas españolas.

Los barcos pasan de unas manos a otras y matienen los recuerdos en su memoria

Los barcos pasan de unas manos a otras y matienen los recuerdos en su memoria

En 1979 su quilla se sumergió por primera vez en las aguas atlánticas francesas. Nos imaginábamos sus primeros bordos, con la ilusión de su primer propietario por estrenar su flamante barco y además en esa época del «boom» de los astilleros en toda Europa, en la cual se botaban barcos de recreo sin cesar. Sin ir más lejos, en España por aquella época proliferaban astilleros por todos lados, en los cuales se construían embarcaciones de recreo que aún navegan por nuestras aguas. Pero esto formaría parte de otro artículo y no voy a extenderme sobre ello.

Volviendo al barco protagonista de ésta historia, divagábamos también sobre los cruceros que habría efectuado su dueño, navegando quizás entre los puertos de La Rochelle y Les Sables-d’Olonne, por poner un ejemplo. O también dando unos bordos en la complicada bahía de Arcachón o en el Golfo de Morbihan….

Otra cosa que nos imaginábamos eran los acontecimientos ocurridos en el barco. Una varada en uno de los tantos bancos de arena que salpican la costa atlántica francesa, una entrada complicada en el puerto de Lorient, con una niebla tan espesa que se hubiera podido cortar con un cuchillo, etc…

Las historias escuchadas sobre la cubierta de un barco, dejan una huella indeleble en nuestra memoria

Las historias escuchadas sobre la cubierta de un barco, dejan una huella indeleble en nuestra memoria

Un último apunte sobre este tema serían las conversaciones mantenidas a bordo del barco, bien navegando o fondeado en una rada al atardecer. De las cosas que más se me han quedado en la memoria de cuando comencé a navegar siendo un muchacho, eran las historias que nos contaba el dueño de aquel barco, un «Siroco».

Historias escuchadas entre el ruido de las olas, el dulce olor del tabaco de pipa que fumaba él y el silbido del viento entre la jarcia. Las historias contadas en un barco siempre dejan una huella imborrable en nuestra memoria de navegantes.