Domingo, 11 de Mayo de 2003. Nos levantamos temprano, y después de hacer consumos en la gasolinera del puerto, largamos amarras para poner rumbo hacia España. Fuera del puerto hay poco viento y navegamos a motor haciendo una velocidad de 7 nudos. Nos parece increíble, después de haber estado navegando tan despacio cuando veníamos hacia aquí.

Ponemos rumbo para pasar  al Sur de la isla de San Miguel, ya que en caso de cualquier avería, podríamos entrar a reparar en Ponta Delgada, aunque creemos que esta vez se nos va a dar bien y todo funcionará como debe.

Navegando bajo el anticiclón de las Azores. Fotografía: Alfonso Hernández

Navegando bajo el anticiclón de las Azores. Fotografía: Alfonso Hernández

Al día siguiente  seguimos navegando a motor, ya que al estar debajo de la «A» del anticiclón que se ve en los mapas de isobaras, no tenemos nada de viento y la mar está como un plato. Esta noche hemos pasado al sur de San Miguel y ahora vamos dejando atrás la isla, último vestigio de tierra firme hasta que emboquemos el Estrecho de Gibraltar. Al mediodía calculamos que nos quedan 937 millas y, si todo va bien, en unos 5 días deberíamos de recalar allí. Adelantamos una hora el reloj, signo inequívoco de que vamos devorando meridianos hacia el Este.

El martes 13 de Mayo seguimos navegando a motor (dichoso anticiclón….). Bajamos cada hora a la sala de máquinas por si acaso, ya que no nos fiamos de que falle otra vez. Mientras, deseamos que entre viento para que pueda descansar nuestro «foque de hierro». Tiene que llegar el viento enseguida, ya que por los partes observamos que a medida que nos aproximemos a la costa, nos entrará el «alisio» portugués, que no es más que el viento del Norte que sopla con muchísima frecuencia a lo largo de la costa y que es muy placentero si lo llevas a favor, pero como tengas que ceñirlo, te acordarás de Eolo y de todos sus familiares durante mucho tiempo.

En compañía de los incansables delfines. Fotografía: Alfonso Hernández

En compañía de los incansables delfines. Fotografía: Alfonso Hernández

Nos visitan los alegres y simpáticos delfines una vez más. Nunca te cansas de mirarlos y admirar las múltiples piruetas que hacen para esquivar la roda del barco, cuando se posicionan en la misma proa. Es increíble, además, la velocidad que pueden alcanzar. Hoy al mediodía nos faltan 815 millas a Tarifa. Tenemos aún combustible para 9 días, así que en ese aspecto estamos tranquilos.

Al día siguiente ocurre lo que tenía que ocurrir: tenemos una nueva avería en el motor. Tenemos el rodamiento de la polea de la bomba de agua de refrigeración totalmente destrozado y, aunque aún gira, tenemos que parar el motor ya que podemos romperlo del todo y sufrir un calentón que podría tener consecuencias muy graves. Al menos ha comenzado a soplar un poco de viento y nos movemos a 5 nudos, así que por ahora seguimos avanzando. Decidimos dar rumbo a Rota ya que es un buen puerto para hacer una escala técnica.

Vemos muchas ballenas. Se nota que fué una zona muy buena para la caza de éstos cetáceos durante la época en la que estaba permitido capturarlos.

Por la noche navegamos despacio, a no más de 4 nudos, pero por lo menos vamos a rumbo directo ya que el viento está del NNW y nos permite abrir las velas. El viento por ahora no pasa de 13 nudos pero se nota que está entablado. Sin embargo, durante el día, el viento aumenta y llega hasta los 18 nudos, lo cual nos permite hacer ya una buena velocidad. Hoy adelantamos la última hora y nos igualamos con el horario español. Esto es síntoma de que nos vamos acercando hacia nuestro destino.

La siguiente noche, estando yo de guardia, se produce un eclipse de luna, del cual ya teníamos conocimiento por el Almanaque Náutico. La luna se cubre hasta la mitad y aprovecho para poner el disco «The dark side of the moon» de Pink Floyd, muy apropiado para la ocasión. La pena es que el eclipse dura solamente una hora porque posteriormente se nubla y deja de verse la luna.

Navegando a "orejas de burro" al poco de doblar el cabo San Vicente. Fotografía: Alfonso Hernández

Navegando a «orejas de burro» al poco de doblar el cabo San Vicente. Fotografía: Alfonso Hernández

Amanecemos haciendo una velocidad de 6 nudos, pero a medida que va saliendo el sol va amainando el viento y ahora navegamos despacio. Se nos mete un banco de atunes bajo la quilla, pero aunque hacemos varios intentos para que caiga alguno en el anzuelo, no lo conseguimos. Está claro que no somos bermeanos  y nos tendremos que conformar con observarlos.

En la meridiana calculamos un promedio de 3,6 nudos y nos faltan 384 millas hasta el puerto de Rota. Esa tarde calma del todo el viento, aunque los partes meteorológicos nos dan una previsión de viento del NE, lo cual nos va a lanzar hacia el Golfo de Cádiz. Nos siguen visitando ballenas y alguna de ellas curiosea, dándonos rodeos y sumergiéndose bajo el barco. Siempre nos impresiona tener tan cerca a estos enormes mamíferos.

Al siguiente día seguimos navegando despacio durante todo el día. Avistamos un barco de vela por la aleta de babor que viene hacia nosotros, pero al ocaso despeja el cielo y comienza a refrescar el viento, rolando hacia el Norte y posteriormente al NNE. Esto nos permite hacer una buena velocidad de 7 nudos, lo cual hace que vayamos sacándole ventaja al otro barco poco a poco. Calculamos que en un par de días podremos recalar en Rota.

La pasada noche hemos logrado la velocidad más alta desde que salimos de Charlotte Amalie. Hicimos puntas de entre 8 y 9 nudos, devorando millas sin parar. A las 02-25h de la madrugada, avistamos el faro de Cabo San Vicente a 22 millas de distancia. Es el primer faro del continente europeo que vemos desde hace 51 días, lo cual nos produce una gran alegría.

Al poco de doblar el cabo, hacia las 5 de la madrugada, el viento comienza a amainar, lo cual suele ser habitual en esta zona. Los partes meteo nos avisan de una rolada del viento hacia el Este, y esto nos va a fastidiar. Por ello, orzamos todo lo posible, acercándonos al Cabo de Santa María con la idea de ganar barlovento. Nos quedan únicamente 95 millas. Posteriormente el viento rolará hacia la popa y tendremos que poner las velas a «orejas de burro» para aprovecharlo mejor. Esa noche tenemos que virar varias veces ya que el viento rola contínuamente y encima es muy flojo. También avistamos muchos pesqueros, y, por si acaso, encendemos los focos del palo para que nos vean bien. No estamos para sustos de última hora.

Navegando con viento flojo cerca de la costa de Cádiz. Fotografía: Alfonso Hernández

Navegando con viento flojo cerca de la costa de Cádiz. Fotografía: Alfonso Hernández

Al amanecer, Mauricio hace un invento en la polea de la bomba de refrigeración del motor para que podamos utilizarlo, ya que si se nos pone el viento de proa, nos va a dificultar la arribada a Rota. Consigue colocar un eje provisional con un tornillo y además mete una roldana de acero para que haga tope con la polea de la bomba y no tenga holgura. El invento funciona, aunque por si acaso, revisamos el sistema cada veinte minutos. Conseguimos hacer entre 5 y 6 nudos y nos vamos acercando hacia la bahía de Cadiz.

A las 20-00h atracamos en Rota con viento muy fuerte de Levante, pero sin novedad. A la mañana siguiente Alejandro desembarca porque tiene que marcharse a Madrid y le sustituye otro marinero nuevo. Contactamos con un mecánico para que nos mecanice una nueva polea y podamos largar amarras cuanto antes.

(Continuará)